miércoles, 22 de enero de 2014

Caos víal


Cierto día caminaba por una de las avenidas principales de la ciudad cuando observé a un agente de tránsito regresar la placa de un auto a su joven dueña quien, limpiando las lágrimas de sus mejillas, agradecía la clemencia. El motivo de la fallida sanción era estacionar su vehículo en dicha avenida. Pero qué refleja esto: ¿Tenemos agentes de tránsito comprensivos?... ¿si lloras no vale la ley?... o ¿no tenemos cultura vial y falta rigor al aplicar el reglamento de tránsito y vialidad? 

Lo anterior, me hace añorar el 1º de enero por la simple razón de que ese día hay pocos carros circulando por la ciudad: los peatones somos libres, las calles se ven amplias y nuestros oídos no se contaminan, solo por mencionar algunas de las ventajas que seguro se tenían hace tres o cuatro décadas.

Hoy las cosas han cambiado, Tepic luce un aspecto muy diferente al de antaño. Cada vez es más frecuente encontrar un congestionamiento vial y no solamente en las llamadas “horas pico”. Y aunque se implementan acciones al respecto (como los cruceros de uno y uno, la prohibición para estacionarse en vías principales, la modificación de rutas en los camiones urbanos y el cambio de sentido para algunas calles) resulta claro que éstas no han sido suficientes, porque los inconvenientes continúan, o mejor dicho, van en aumento.
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Las propuestas

Alguna vez escuché decir que para librarnos del tráfico vehicular era necesario tomar medidas drásticas y tal vez tengan razón. Se ha mencionado la posibilidad de que la Presidencia Municipal sea reubicada. Con ello cambiarían de lugar no solo quienes trabajan, brindan servicios o tienen asuntos que tratar ante el ayuntamiento sino gran parte de la vida social y económica de la capital. 

Otros proponen la implementación del programa “Hoy no circula”, aunque para este proyecto tendría que realizarse un estudio a fondo para determinar su eficacia real. No vaya a ocurrir lo mismo que hace años en el DF cuando muchas personas en lugar de acatar la esencia del programa “solucionaron” su problema comprando un segundo auto.

Pero lo que me parece inmediato es iniciar con una campaña a favor de la cultura vial en escuelas, oficinas, dependencias de gobierno, colonias y cualquier punto donde haya peatones, pasajeros o conductores. 

Vamos combatiendo los actos que rayan en la maldad tal como obstaculizar el paso de un crucero con el auto aun sabiendo que no hay espacio para avanzar en la siguiente cuadra  o irritar a otros por no usar direccionales o estacionar en doble fila. Evitemos parar a comprar algo y abrir el cofre simulando fallas mecánicas, seguir tras el sonido de la ambulancia o tapar las rampas de acceso a las banquetas para discapacitados. ¿Y qué me dicen de los que creen que las intermitentes vuelven invisibles a los autos?

Utilicemos los medios de comunicación. ¿Qué les parece si en lugar de ver espectaculares con anuncios políticos los aprovecháramos en la promoción de la cultura vial?...


¿o qué crees tú?


miércoles, 1 de enero de 2014

Un buen inicio


La noche anterior tuvimos una cena familiar para celebrar la llegada del año nuevo. Antes de dormir acordamos levantarnos temprano e ir a la playa. Sin embargo desperté con un gran deseo de ir a uno de los cerros de la ciudad, el de San Juan.

Me levanté de la cama y sin hacer ruido caminé hasta la cocina para preparar unos sándwiches y tomar algunas frutas. Llevé lo suficiente para dos personas. Pensé en invitar a alguien, pero sabiendo del compromiso de mi familia y dudando que algún amigo quisiera acompañarme después de la acostumbrada velada del día anterior, dejé una nota y partí solo.

La mañana era  fresca. Disfruté el ascenso como nunca. Aprecié con calma los enormes encinos, admiré las escasas flores silvestres y me dejé sorprender por el jugueteo de las ardillas corriendo entre los pinos. Todo estaba muy tranquilo.

Al llegar a uno de los últimos parajes del cerro me encontré con la primer persona. Se trataba de un hombre que acomodando su cámara digital entre unas rocas corría a acomodarse para aprovechar la función de tomas automáticas. Ofrecí ayudarlo y accedió. Después continuamos juntos el recorrido.

En la cima, cansados y con hambre, nos sentamos a platicar mientras comíamos lo que yo había llevado, como si supiera que me encontraría con otra persona. En un momento de la conversación él me dijo que disfrutaba mucho el momento y que le recordaba a un amigo que había tenido pero que hacía años había muerto precisamente en el cerro. Confesó que durante años había buscado la cruz que indicaba el lugar exacto en que el joven murió. Me dijo cual fue su nombre. Sintiendo cómo se me erizaba la piel le dije que yo, en uno de mis recorridos anteriores al cerro, había encontrado ese lugar. Pidió que lo llevara.

Cuando llegamos al punto exacto sentí un gran alivio. Allí estaban la cruz y algunas flores marchitas. Mi nuevo amigo se emocionó al borde de las lágrimas. Después de unos minutos en silencio me pidió que lo retratara a lado de la cruz. Al observar la fotografía en la pantalla de la cámara se conmovió de nuevo pues entre las hojas de los árboles se colaban unos rayos de sol que llegaban justo a la cruz dando a aquella toma un tono celestial. “Es él” me dijo.


Llegué tarde a mi casa. Pasé el resto del día con una tranquilidad de conciencia sabiendo que de algún modo había iniciado bien el año, ayudando a una persona a cerrar un ciclo, dándole tal vez un regalo de año nuevo.

Hay quien dice que las anécdotas maduran con los años hasta que un día se imponen en la mente y aparecen por sí solas…hace siete años exactamente que viví aquella situación, pero todavía me hace pensar en lo misteriosa que es la vida.