martes, 21 de julio de 2015

Los primeros días...


Por: Lilia Rocío Pérez Lerma,
Licenciada en educación preescolar.

Es complicado comenzar a relatar mi experiencia sobre los primeros años porque vienen a mi mente mil recuerdos y experiencias valiosas, para mí todas interesantes, para ustedes como lectores no lo sé, intentaré centrarme en alguna.

Me inicié en el servicio docente en el municipio de Bahía de Banderas, en la zona 17 con cabecera en Bucerías Nayarit, yo lo conocía muy poco, por las playas por supuesto, entonces no podía imaginar que San Francisco sería mi primer lugar de trabajo. Es un lugarcito hermoso (seguro mis compañeros que han tenido la suerte de trabajar por aquellos rumbos saben de qué les hablo), tiene una playa un tanto introvertida diría yo, porque no invita mucho a nadar la verdad, pero en fin no voy a negar su atractivo turístico, es hermosa toda la bahía, ahora viéndolo a la distancia puedo decir con toda franqueza que  no fui capaz de disfrutar al máximo esos días, porque me desprendí de cosas cuando tuve que irme y yo sé que hoy puede sonar exagerado decir algo así pero de verdad me costó bastante acostumbrarme, en el tiempo que estuve por allá, sin embargo aprendí bastante y no sólo en el plano profesional sino también personal. Les contaré algo sobre esos primeros días...

 San Francisco por 2005 era un lugar turístico y no tanto como ahora, pero confluían personas de distintas partes del mundo y eso es algo que me sigue fascinando aún hoy. Yo llegué al Jardín de Niños Luz María Serradel, fue un incremento, por lo que no había un aula  para mi grupo, sólo 26 alumnitos y una pequeña bodega que se usó como salón, de madera por cierto, con dos ventanas y 35ºC a la sombra. Caminaban cangrejos por el piso, y había un pizarrón, algunas sillas y mesitas para los niños.

Las primeras semanas de trabajo fueron de adaptación a todo,  llegaban nuevos alumnos que se iban distribuyendo en los tres grupos para no saturar uno solo, entonces sucedió: Zama Bortoloto, italiano, su padre trabajaba en un hotel como el 90% de la población, entonces el pequeño Zama no hablaba ni gota de español, pero bueno era italiano no era neozelandés, así que pude comunicarme con él desde el principio con algunas palabras en español y con señas por supuesto. Luego conseguí un diccionario de italiano y fue un poco menos complicado, los niños también intentaban comunicarse y se entendían al menos para jugar perfectamente, enfrentarme a la barrera del idioma con mis alumnos no fue imposible pero tampoco fue algo sencillo, en fin mis días en San Francisco fueron pocos por las cadenas que se hacen en la zona, entonces era y puedo asumir que sigue siendo una zona de mucha movilidad. Las maestras no permanecíamos mucho tiempo en un Jardín, pero lo que el “Luz María Serradel” me dejó, fue una  idea de lo que me iba a tocar vivir en la zona, solo una probadita.

Después de mi alumno Zama,  vino Mayan, era canadiense, ella con su mezcla de inglés y francés me confundía constantemente, la asignaron a  mi grupo de 3º en el Jardín de Niños “José María Pino Suárez”, en la Cruz de Huanacaxtle, entonces dedicaba un espacio del día para el intercambio lingüístico ella nos enseñaba inglés y nosotros español, en una ocasión le pedí que dibujara su casa, dibujó en lo alto la bandera canadiense y me enterneció bastante, puedo decir a mi favor que intenté por todos los medios que mis alumnos extranjeros se integraran y que el idioma más que ser una barrera fuera una ventana cultural para todos, me siento satisfecha al menos hice lo que estuvo en mi por aprovechar esas situaciones a favor y no tomarlas enteramente como un obstáculo.
 
Mi permanencia en la zona fue bonita, yo en la medida de lo posible pude disfrutarlo. Una ocasión salimos de excursión a recoger piedras de mar, hermosas debo decir yo maravillada me quedé con algunas para mí, las mejores según puedo recordar, pero fue desconcertante saber en primer lugar, que mis pequeños de cinco años y yo saldríamos a la playa ¿pero qué les pasa? pensé cómo se les ocurre, es demasiado riesgo yo no creo que pueda, salí entonces con el maestro de educación física,  él confiado todo el tiempo y yo  angustiadísima porque algo podía pasar, son niños pequeños pensé "qué tal que corran al mar o se piquen con algo o se los coma un tiburón"; sí, estoy exagerando, ¡pero créanme que lo llegué a pensar! Entonces los vi caminar tranquilamente como si tal cosa por  la playa y seguir las indicaciones del maestro y yo estupefacta y feliz de no tener que correr detrás de alguno para que no se metieran al mar, la consigna fue clara y ellos la siguieron, es que en realidad el mar para ellos era parte de su paisaje cotidiano, para mi no, para mi el mar significaba solo una palabra “peligro”. Del “José María Pino Suarez” en la Cruz de Huanacaxtle aprendí a no temerle al mar, aprendí que los niños en realidad estaban totalmente contextualizados y que ahí la única inadaptada era yo, luego en el aspecto pedagógico debo decir que tuve libertad absoluta para emprender mi camino con los alumnos, mi directora y compañeras muy accesibles hice amistades que aún conservo, era un excelente equipo, buenos días  buenos momentos, estábamos con la adaptación al PEP 2004,   los viernes teníamos cursos para reforzar la implementación del programa en las aulas.

Bahía de Banderas fue mi primer lugar de trabajo lo recuerdo con nostalgia y agradecimiento a la gente que me apoyó en mi estancia por allá y en mi trabajo, es que  ver el mar desde tu salón no es cualquier cosa y menos un mar tan bello, al terminar la jornada parecía que todos los días eran vacaciones, me topaba con surfistas, turistas y  demás, subirse a un camión y escuchar tres idiomas distintos al mismo tiempo, gente mojada con sus tablas de surf, un vendedor de helados, gente sonriendo y cantando algo en francés, de fondo ese color que tiene el mar a medio día, que es de un azul tan brillante que reclama toda tu atención, no puedes dejar de mirarlo, oigan es una postal muy bella y yo la vivía todos los días.



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